Autor: Néstor Gallego
Se encontraba la Madre dolorosa,
junto a la cruz, llorando,
en que el Hijo moría, suspendido.
Con el alma dolida y suspirando
sumida en la tristeza
que traspasa el acero de una espada.
¡Qué afligida y qué triste se encontraba
de pie aquella Bendita
Madre del Hijo único de Dios!
¡Oh, cuánto se dolía y padecía
esa Madre piadosa contemplando
las penas de su Hijo¡
Ella vio a Jesús en los tormentos
sometido al flagelo
por cargar los pecados de su pueblo,
y vio cómo, muriendo abandonado,
Aquel su dulce Hijo
entregaba su Espíritu a los hombres.
Cuando llegue mi muerte, yo te pido
¡Oh, Cristo, por tu Madre¡
alcanzar la victoria eterna.
Amén, amén, amén.
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