Después de la Última Cena se dirigió a Getsemaní,
Lloró lágrimas de sangre, rezó a su padre por ti y por mí.
Su corazón presentía que se acercaba el triste final;
y el de las treintas monedas con la locura pagó su mal.
Fue por ti que Cristo lloró;
fue por ti que Cristo murió. (2)
En la mañana del viernes, ante Pilatos, juzgado fue,
y aquel se lavó las manos y ordenó: crucificadle.
Pusiéronle una corona llena de espinas sobre su sien,
camino al monte Calvario, que estaba cerca a Jerusalén.
Una gran cruz de madera sobre sus hombros, Jesús llevó.
Insultos, escupitajos, mil latigazos, Él Soportó.
Y a sus pies y a sus manos, filudos clavos atravesó
y la punta de una lanza en su costado se le incrustó.
Cuando a las tres de la tarde su corazón dejó de latir,
en el cielo y en la tierra la furia eterna se hizo sentir.
En el rostro de María rodaron lágrimas de dolor,
Él regresaría y a los tres días Resucitó.
(Viernes Santo: Adoración de la Santa Cruz, Via Crucis)
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