Autor: P. Osvaldo Catena
1. Fue hace años en Méxicocuando la Virgen se apareció
al indiecito Juan Diego
para mostrarle todo su amor.
Era el tiempo que en América
sufría el indio la explotación
cuando la Virgen se acerca
para anunciarles el amor de Dios.
Nuestra Señora de Guadalupe,
Nuestra Señora de Guadalupe,
Rogad por nosotros, Madre de Dios!
rogad por nosotros, Madre de Dios.
2. Era el doce de diciembre
del año mil quinientos treinta y uno
cuando la Madre del cielo
al indiecito se le apareció.
“Quiero que aquí se haga un templo”
-dijo a Juan Diego con dulce voz-
“a donde vengan mis hijos
para brindarles amor y protección”.
3. Para llevar el mensaje
que le confiara la Madre de Dios,
hasta el obispo de Méjico
se va Juan Diego lleno de ilusión.
Pero su pena es muy grande
porque el obispo no lo creyó
y una señal milagrosa
para poder creerle reclamó.
4. Vuelve Juan Diego hasta el cerro
y a la Señora de nuevo encontró.
-“No tengas miedo -le dice-
yo soy tu madre, la Madre de Dios.
Llevá al obispo estas rosas
que como seña del cielo le doy”.
Y Juan envuelve en su poncho
fragantes rosas que en la nieve halló.
5. Y cuando vuelve al obispo
para entregarle las flores de Dios,
abre Juan Diego su poncho
y desde entonces ya nadie dudó.
Porque en el pocho del indio
la imagen santa apareció
de aquella hermosa Señora,
la que a Juan Diego reveló su amor.
6. Y desde entonces el pueblo,
por Madre suya la reconoció,
y por Patrona de América
la Santa Iglesia así la proclamó.
Por eso hoy elevamos
esta oración confiada en su honor
y con amor la nombramos
MADRE Y PATRONA DEL PUEBLO DE DIOS.
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