Entrevista al cardenal Farina, archivero y bibliotecario de la Santa Romana Iglesia.
Para
celebrar los cien años de la creación del Pontificio Instituto de
Música Sacra de Roma fue organizado del 26 de mayo al 1 de junio un
congreso internacional sobre Música Sacra en las dos sedes romanas del
Instituto.
El
programa contó con un nutrido calendario de actividades: conferencias,
mesas redondas, conciertos, encuentros. Entre los presentes estaba el
cardenal Raffael Farina, director de la Biblioteca y de los Archivos
secretos del Vaticano, que concedió una entrevista a ZENIT.
- ¿Qué significa para la Iglesia poseer una gran variedad de partituras?
Cardenal
Farina. Significa conservar un patrimonio de arte y de liturgia del
culto, junto a los manuscritos más antiguos de la Biblia, a la tradición
del texto bíblico y de lo que es parte de la tradición de la Iglesia de
Roma, al lado de tantos tesoros de la antigüedad clásica y mucho más.
Los
libros litúrgicos musicales son muchas veces enriquecidos por
miniaturas suntuosas, en las cuales la connotación musical se conjuga
con la preciosidad artística de las imágenes. Conservamos estos tesoros
que lo son de la Iglesia pero también de la humanidad.
La
música y el arte tienen además una validez altamente educativa pues
enseñar a apreciar lo que el hombre ha producido de bello durante lo
siglos significa difundir y promover una educación capaz de abrir la
mente y el corazón a los que verdaderamente vale, a lo que nos rinde
mejores, que enriquece el ánimo.. Significa cultivar semillas
importantes y fecundas en un mundo a veces entristecido por eventos
negativos y por engañosos subproductos.
En
particular los manuscritos litúrgico-musicales son el testimonio de la
oración de la Iglesia a través de los siglos, de la belleza de la
liturgia y de la universalidad del lenguaje que desde siempre une a los
fieles volviéndoles partícipes de la acción de Dios.
Estos
tesoros preciosos son conservados no solamente en la Biblioteca
Vaticana, pero también en las basílicas de Santa María la Mayor, en San
Juan de Letrán y en el archivo de la basílica de San Pedro.
Muchos
libros llegaron a la Biblioteca Vaticana por donaciones, compra o
depósitos, además de la adquisición de ejemplares y de colecciones
completas que ha garantizado a través del tiempo la conservación de este
patrimonio, que se habría perdido debido a diversos hechos históricos.
Permite
además una amplia fruición de los libros por parte de los estudiosos,
acogidos en los ambientes equipados e idóneos para la consulta, además
de la conservación.
- ¿Es verdad que la Biblioteca Vaticana está digitalizando sus volúmenes?
Cardenal
Farina. Hemos puesto en marcha un proyecto que pide una importante
inversión y que aún no podemos realizarlo. A medida que encontraremos
patrocinadores dispuestos a financiar la empresa partiremos de manera
sistemática y bien programada.
Digitalizar
todos los manuscritos de la Vaticana tardará unos veinte años. El
proyecto está ampliamente ilustrado en el sitio de la Biblioteca
Vaticana (http://www.vaticanlibrary.va/home.php?pag=in_evidenza_art_00115&BC=12).
- ¿A través de la historia, cuál es la constante, el denominador común de la música sacra?
Cardenal
Farinas: A través de las varias épocas y en los diversos lenguajes de
la misma, la música sacra ha traducido en melodía la liturgia,
subrayando los momentos importantes, revelando el misterio del encuentro
entre Dios – el verdadero protagonista de la acción litúrgica – y el
corazón del hombre que escucha. La música sacra agrega al paladar un
quid y una resonancia que conducen la profundidad del Misterio.
Además
en virtud de la universidad y de tocar las cuerdas del deseo más
profundo en cada hombre (el encuentro con Dios), la música sacra tiene
la capacidad de alcanzar e involucrar mismo a las personas más lejanas,
acercándole la verdad de la Palabra.
La
oración se vuelve canto y el canto se hace oración para rendir gloria a
Dios, como bien ilustran los Padres (baste pensar a Ambrosio y
Agustín), que individuaron y expresaron todas las potencialidades del
canto litúrgico.
- ¿Quiere agregar algo más sobre el congreso?
Card.
Farina. Iniciativas científicas como este congreso, con un programa de
densas contribuciones específicas y especialísticas, además que
celebrativas, señalan un concreto avance de la búsqueda, promueven una
confrontación y hacen emerger importantes novedades en los estudios de
los manuscritos que tramandan tales textos, como hemos escuchado en las
conferencias de la primera jornada.
- ¿Cuáles son los archivos de la Biblioteca Vaticana mayormente útiles para el estudio de los manuscritos litúrgico musicales?
Card.
Farina. Los archivos de la Biblioteca Vaticana que contienen
manuscritos litúrgicos musicales son muchos. Basta hojear los catálogos
que disponemos (desde Bannister y Ehrensberger hasta Salmon e Llorens)
para tener una idea.
Iniciando
con los archivos de la Capilla Sixtina y la Capilla Julia, en donde hay
obras con canto gregoriano o música polifónica usada durante las
celebraciones solemnes: la mayor parte de gran tamaño y ricamente
ornamentadas (los más antiguos que se conservan son de la mitad del
siglo XIII).
Esos
transmiten obras de célebres compositores que trabajaban en el Colegio
musical papal a través de los siglos (G. Dufay, Carpentras, J. Desprez,
C. Festa, G. P. Palestrina, G. Allegri…) y el en la Capilla Julia
(reorganizada por Julio II), el primero de cuyos magister cantorum fue Palestrina; después los Vaticano musicali, constituidos como fondo autónomo en 1956 (hasta entonces habían sido adjuntados a los Vaticani latini); y hay que recordar aún Santa María la Mayor, en Vaticano desde 1931.
Perosi
fue constituido como fondo autónomo solamente al inicio de los años
noventa del siglo pasado (antes entre los Vaticano musicales) que
contienen más de 200 autógrafos, la mayoría inéditos. Y después los
Barberiani latini, los Chigiani, el Archivo del Capítulo de san Pedro,
los Rossiani…, solamente para citar algunos.
Tales
manuscritos transmiten sea la música sacra que muchos otros importantes
testimonios de la historia de la música, en la perspectiva de aquella
universalidad del saber que desde siempre ha caracterizado el patrimonio
recogido en la Biblioteca de los Pontífices.
Una
biblioteca que ha nacido, creo sea siempre oportuno recordarlo, como
humanística y lista para acoger –más aún en búsqueda- de textos de
diversos ámbitos disciplinarios y en todos los idiomas, expresiones de
las diversas civilizaciones y religiones: del latín al griego, del
hebreo al árabe, del persa al turco, del arameo al etíope, a los idiomas
eslavos, chino y japonés.
Y
su importancia consiste también en esta perspectiva ecuménica y
unificadora del saber y de la civilización, perspectiva que aún hoy nos
sugiere como a través del estudio de las varias disciplinas -en el
respeto de la identidad de cada uno y con el amor por la cultura- el
hombre pueda volverse siempre más hombre y acercarse a su Creador.
Fuente: www.zenit.org