Hijo mío: ¡Por piedad!
¿Dónde has estado?
¡Tanta angustia me ha matado!
Y tu Madre… ¡Te ha buscado!
¿Por qué nos dejas?
¡No avisas a dónde vas!
El desvelo nos agobia…
Y el pendiente de tu ausencia.
¿No sabías que yo tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre? ¡Él me envía! ¡Lo sabía! Pues tu Padre me encargó: ¡ser tu padre! ¡Ser tu padre! ¡Ser tu guía! ¡Ser tu guía!
Y a María: ¡la mujer que tanto amo!
Una espada ha atravesado
ese pecho… que es su alegría.
¿No sabías que yo tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre? ¡Él me envía! ¡Lo sabía! Pues tu Padre me encargó: ¡ser tu padre! ¡Ser tu padre! ¡Ser tu guía! ¡Ser tu guía!
Ahora vuelves:
¡Tanto ya te hemos buscado!
¡La enseñanza no ha acabado:
¡No es tu turno todavía!
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